viernes, 25 de marzo de 2011

El País: Justin Bieber, el chico de oro

Con 16 años, el canadiense Justin Bieber ya ha ganado 100 millones de dólares. Dos conciertos y un documental en 3D ponen a prueba en España a una de las marcas más rentables del planeta.

Sopa instantánea. Es la mejor definición de Justin Bieber, el caldo concentrado de la música. Los puristas dirán que como la sopita casera, cocinada a fuego lento y con buenos ingredientes, no hay nada. No les falta razón. Pero cuando el cuerpo necesita algo calentito, nada tan efectivo como la sopa de sobre, esa que se vende a millones en todo el mundo. Ahí es donde entra este canadiense. A sus 16 años, es evidente que le falta más de un hervor en la vida. Y muchos le critican por haberse convertido en la última explosión musical de un mundo demasiado global, donde las redes sociales propagan los fenómenos con la virulencia de una plaga. Pero son todavía más los que convierten al chaval del flequillo en la marca más popular del planeta.
"Me veo como un chaval corriente y vulgar de 16 años cuya vida ha cambiado"
Es uno de los nombres más googleados. En números, la biebermanía se salda con más de mil millones de clics en sus vídeos de YouTube, 8 millones de seguidores en Twitter y 23,5 millones de amigos en Facebook (y subiendo). Ha actuado dos veces para Obama -e hijas- y sus conciertos tienen lleno total (quedan muy pocas entradas disponibles para los de España, el 5 de abril en Madrid y el día 6 en Barcelona, donde contará con Willow Smith como telonera). Sus ingresos superaron los 100 millones de dólares en el año que lleva en el candelero, lo que le convierte en el artista adolescente mejor pagado.


Nada mal para alguien que tan solo hace dos años tocaba la guitarra a la puerta del teatro local de su pueblo, London (Ontario), de 32.000 habitantes. Bieber ha sacado dinero hasta de debajo de las piedras, con nueve millones de álbumes vendidos, un centenar de productos con su nombre y una biografía que arrasa, First step 2 forever: my story (y eso que el mocoso legalmente ni ha vivido su primera borrachera). A eso se viene a sumar ahora una película, también instantánea: Justin Bieber: Never say never (de estreno en España el 4 de abril). Una mezcla de documental y concierto en 3D que le sitúa además como el primer artista capaz de movilizar a una industria tan lenta como Hollywood para realizar un filme en menos de seis meses desde su concepción inicial hasta su presentación.

En persona, la fiebre Bieber la causa un chaval demasiado normal en apariencia, de no ser por la seguridad que irradia vestido de Dolce & Gabbana. En el momento de esta entrevista sigue ahí el flequillo que ha marcado el look de toda una generación de adolescentes y que hasta ha inspirado una página web llamada Lesbians who look like Justin Bieber [lesbianas que se parecen a Justin Bieber]. Un flequillo hoy menos bamboleante de lo normal, pero que enmarca la misma mirada de "sé que te gusto" que le caracteriza. "Es que hoy me he puesto una especie de sal marina para cambiar un poco. Lo normal es que lo lleve caído y lo pueda sacudir. No hay más secreto", explica con uno de sus flequillazos seguido de una sonrisa.



Pocos días después de esta entrevista, a finales de febrero, se cortó el pelo, provocando el enfado de muchas seguidoras (como protesta, 80.000 dejaron de seguirle en Twitter). Casi premonitoriamente, le pregunto bromeando si piensa que puede acabar como Sansón, perdiendo los superpoderes musicales con el flequillo. "Yo no me veo así. No veo el éxito. Me veo como un chaval corriente y vulgar de 16 años al que le gustan los deportes, salir con sus amigos, ser normal. Me veo como Justin, al que la vida le ha cambiado, sí, pero porque tengo la posibilidad de hacer lo que quiero. Y no hay nada malo en eso", afirma. "El dinero es un plus, pero lo importante es la música", añade.

Esa boquita está hoy moderada. Está preparando su aparición en los Grammy, donde aspiraba a dos premios (que no ganó, para horror de muchos), y tiene otras cosas en la cabeza. Eso sí, nervios, nunca. "Me gusta ser el centro de atención, y por eso no me pongo nervioso. Soy así", resume con naturalidad. Por sus labios han salido comentarios más sobrados, sobre el aborto o las relaciones sexuales; palabras de un chaval al que se le da mucho pábulo y que no todos los padres querrían escuchar en boca de sus hijos.

Aunque eso no resta orgullo a la madre de esta monería, Pattie Mallette, de 35 años. Una mujer que, tras sufrir abusos sexuales de niña, una adolescencia salvaje de drogas, alcohol y hasta un intento de suicidio, y un divorcio cuando Bieber tenía 10 meses, vio la luz y se entregó al cristianismo. Considera que ella y su hijo fueron puestos en la faz de la tierra para servir de inspiración y alegría al mundo. "Mi mamá siempre está conmigo y es la que me ayuda a conservar la cabeza", suelta con otra sonrisa apuntando el flequillo hacia Mallette. Junto a ella, Scooter Braun, el mánager que le persiguió desde que empezó a ver sus vídeos en la Red y le convirtió en estrella con la ayuda de Antonio Reid, el hombre que relanzó la carrera de Mariah Carey y puso en el mapa a Usher, Kanye West y Rihanna. También le acompaña su guardaespaldas, Kenny Hamand. Ese es todo el séquito Bieber. Y hoy, Sacha Baron Cohen, que se acerca a saludar porque sabe que cuenta en Justin con un gran fan.

Sí, el chaval se empeña en ser normal. Le gusta Borat para echarse unas risas, Rocky IV en plan acción y El diario de Noa si se pone romántico. De música, le va el rock clásico de AC/DC y Led Zeppelin gracias a su padre, aunque su madre le enseñó los caminos de Boyz II Men y Michael Jackson. A él, si le dejas solo, le ponen Li'l Wayne y Drake. Y como libro, su preferido es la Biblia. Un chaval normal, dice.

"Solo conoces a alguien con tanto talento una vez en la vida", prefiere decir Usher, el rapero que ayudó a acabar de parir a este prodigio artístico. "Es alguien con talento y que sabía que se ganaría a las chicas", explicó a Hollywood Reporter de quien llama su "hermanito". De eso no hay duda. Bieber les quitó las niñas a los Jonas Brothers, pero también se llevó a las madres. Le ha llovido más de un sostén con el número de teléfono escrito en sus conciertos. "A mi madre no le hace ninguna gracia", agrega, no sin picardía. ¿Qué pasa con los sujetadores? "No tengo ni idea. Yo no los guardo, de eso puedes estar segura. Yo prefiero las chicas con más clase", dice. ¿Como Selena Gómez? Sonrisa y silencio. Pasa palabra. De esa chica no habla por mucho que se empeñen en echarle novia. "Claro que me gustan las chicas, pero busco a la persona perfecta", dice con una frase demasiado ensayada.


Los rumores son tantos que ya no les presta atención. Hasta llegaron a decir que se había muerto. "En un terrible accidente de tráfico. ¿Te imaginas?". Dice que ha llegado para quedarse. Especialmente si consigue superar la barrera femenina en la audiencia y vende a los de su propio sexo. "Unos sienten celos porque les gusto a las chicas y a otros les preocupa lo que dirán sus amigos. Los hay que ni escuchan mi música porque piensan que soy un cursi. Solo puedo decirles que no hay nada malo en escuchar música, de chicos o chicas", resume. Para terminar, ¿Mozart o Michael Jackson? Se lo piensa. No estoy segura de que sepa quién es Mozart. "La música es un lenguaje universal y yo me veo como mi propio artista. Solo puede haber un Mozart o un Jackson. Y yo me veo como yo mismo, Justin Bieber, alguien que hace buena música y que trata de ser una buena influencia".

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